No hay nada mejor ni peor que ponerle punto final a Mira lo que has hecho. Nada mejor porque cerrar esta historia, sentir que no ha quedado nada por contar en el viaje de esta pareja, Berto y Sandra, hacia la madurez, me hace sentir satisfecho y feliz. Nada peor, porque me pasaría toda la vida rodando con este equipo, viviendo esta experiencia, y soy el responsable de dejarlo marchar. Pero hemos llegado al final de la historia.
Cada una de las tres temporadas de Mira lo que has hecho cuenta una crisis. La primera fue una crisis de adaptación, la segunda una crisis de pareja, la tercera una crisis de identidad. Sandra como médico, Berto como cómico. Y por supuesto, con tres niños en casa más mayores, más complicados, mejor organizados.
En esta despedida hemos querido crecer un poco más. No hacia dentro, como en la segunda temporada, sino hacia fuera. Hemos sido más ambiciosos, tanto en lo formal, diseñando algunas escenas de género en las secuencias iniciales de los episodios, como en la propia deriva de nuestra historia. Yo creo que estamos más maduros, más reflexivos. Y a la vez, seguimos siendo divertidos. Me atrevería a decir que recuperamos esta vez algo de la ligereza de nuestra primera temporada, pero lo hacemos desde la profundidad de la segunda. Ya sé que suena algo contradictorio, pero es la sensación que me da. De cualquier manera, a mi no me hagáis mucho caso. He pensado demasiado en esta historia y ahora es el momento de que vosotros la hagáis vuestra.
En esta temporada os vamos a hablar de límites del humor, de histeria mediática colectiva, de estafadores, de vende humos, de cómo la vida y la muerte marcan la agenda, aunque tú insistas en diseñarte una propia, de cómo nos perdemos en nuestros propios miedos, de la belleza de un amor sereno y tranquilo. Y de cómo los niños siempre van a ganarte la partida, porque el futuro es suyo. Aunque en este preciso momento, ya al final del camino, los padres somos nosotros.
Espero que os guste.
